Del 8 al 12 de mayo
Madre e hijo, PABLO PICASSO |
El reino de los cielos
A mi madre
En aquel patio el tiempo era redondo
y nunca se agotaba;
los días sí, ¡qué pena!,
surcaban el azul y se perdían:
aviones invisibles que hilvanaban el cielo,
bandadas de compases que huían del otoño.
Parábamos el juego en un instante
y alzábamos la vista, como ángeles de piedra:
sin vernos se alejaban de nosotros
y allí quedábamos,
diminutos náufragos,
rodeados de un silencio
de hormigas y geranios.
Así, días y noches jugaban a la rueda,
el patio se llenaba de sábanas y risas
y la vida pasaba
volando, tan leve, tan seria.
Recuerdo el sol de invierno brillando en los alambres,
sus manos afanosas y rojas por el frío
tendiendo con primor la ropa desgastada,
y aquellas viejas coplas que, sin decir, decían:
"Ay, vida mía, nunca será nuestro
el reino de los cielos".
MIGUEL ÁNGEL BARRERA MATURANA
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