Alba Sánchez Escobedo |
El día 2 de junio de 2017 se ha vuelto a celebrar, por tercer año consecutivo, la presentación del libro Nuestros recuerdos de Granada 2017, realizada por la Fundación Francisco Ayala y con la intervención de Carolyn Richmond, en el marco del Programa de lectura y escritura literarias dirigido a estudiantes de 1.º de Bachillerato.
Entre los textos seleccionados para formar parte de esta nueva edición, se ha incluido el de nuestra alumna de 1º de Bachillerato C Alba Sánchez Escobedo, titulado Granada, ciudad de leyenda.
GRANADA,
CIUDAD DE LEYENDA
Inspirado por “La toma
de Granada”. Este capítulo me evocó los sentimientos que tuve la
primera vez que visité la Alhambra y las sensaciones mágicas que
esta transmite.
Ya había oído hablar
con anterioridad de las maravillas que se contaban acerca de la
Alhambra. Moros que lloran ante las puertas de un hogar que les había
sido arrebatado, jóvenes soldados encantados y exóticas princesas.
Cuando apenas tenía unos siete años ya era una apasionada de la
literatura y mis padres me regalaron “Cuentos de la Alhambra”,
escrito por Washington Irving. Este despertó en mí una curiosidad
hacia ese antiguo mundo árabe, regido por sultanes y princesas. Sin
embargo, aún no había tenido la oportunidad de visitar aquella
maravilla nazarí que se alza en lo alto de Granada, vigilando así
la ciudad. Y por fin, el día que tanto deseaba llegó, una tarde
cálida de domingo fui junto a mis padres a la Alhambra para
sumergirme así en las profundidades de Al-Ándalus. Jamás olvidaré
aquel día plagado de leyenda, arte y emoción.
Nuestra primera parada
fue en el palacio de Carlos V. Aquello no se parecía en nada a lo
que ya sabía sobre arquitectura nazarí, pero aun así me cautivó.
Poco después supe que el palacio fue mandado a construir por un
emperador español que como yo, quedó enamorado de la Alhambra. Y
por fin, nos adentramos en el reino nazarí, atravesando la Puerta de
la Justicia. Esta entrada puede parecer en un primer vistazo una
simple puerta, pero le rodea una leyenda, que demuestra el gran poder
y la seguridad que sentían sus habitantes. Se cuenta que, cuando la
mano que está tallada sobre la piedra alcance las llaves que están
esculpidas más arriba la Alhambra será destruida, lo cual es
imposible.
Tuve la oportunidad de
ver la Alcazaba. Se trata de una de las partes más antiguas y
también el área militar y de residencia. Aunque se encuentra
totalmente en ruinas, casi podía sentir a los privilegiados que la
habitaron caminar por esas sinuosas calles, el alboroto de la ciudad
y el susurro de sus maravillosas historias. Tras terminar mi
recorrido por la Alcazaba era el turno de los majestuosos palacios
que construyeron y habitaron los grandes sultanes. Absolutamente
todos tenían un encanto singular, pero el Palacio de Comares y el
Palacio de los Leones consiguieron trasladarme a la época árabe de
nuestro medievo. Desde el primero el sultán ejercía sus funciones
como gobernador de aquella maravillosa ciudad palatina. En cambio, el
segundo era una de los palacios destinados a los asuntos privados de
la familia real. Me resultó increíble pensar que esta maravilla
había sido erguida hacía tantos años. Cada detalle está cuidado,
desde la más simple pieza de un azulejo hasta los grandes arcos.
Pero la imagen que quedó grabada a fuego en mi mente fue el reflejo
del majestuoso Palacio de Comares sobre la inmensa fuente que preside
su patio mientras el día poco a poco se retiraba dejándole su lugar
a la noche.
De aquella experiencia
llegué a dos conclusiones. La primera era que no podría olvidar
aquella maravillosa visita. La segunda fue una extraña sensación de
nostalgia pensando cómo se debió sentir el sultán Boabdil al
abandonar aquél paraíso terrenal. Tras mucho tiempo escuchando la
historia, entendí sus lágrimas, su amargo suspiro y las palabras de
su madre que decían “Llora como una mujer lo que no supiste
defender como un hombre”.
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