Del 11 al 15 de abril
HOMBRE DE LUNES CON SECRETO
Este lunes de abril templado y diligente,
muy de mañana, sin haber dormido.
Por la cafetería cruza el buitre
de los horarios laborales,
entre tazas, tostadas y periódicos
se discuten las últimas noticias,
y el hombre del secreto
se sumerge en el túnel de una nueva semana.
Deshoja el bienestar de su café,
sonríe a quien le mira, se consuela,
porque tiene un secreto.
Los cuerpos juveniles son presente,
pero nos llega impuesta del pasado
la inocencia arbitraria de sus conversaciones.
El hombre del secreto lo comprende
camino del trabajo,
cuando los estudiantes llenan el autobús
y un tumulto de cuerpos con la cara lavada
se apodera del lunes.
Los ve crecer, observa
como un brillo de incógnita en sus ojos,
una inquietud después desvanecida
por usura del tiempo.
Vivir es ir doblando las banderas.
El hombre de los ojos encendidos
se hiere con las rosas académicas,
consigue entre saludos, puñales y cipreses
cruzar el campus universitario,
recorre los pasillos en busca de su aula,
da su clase,
pero tiene un secreto
y el tema diecinueve se convierte
en materia de asombro,
poemas que se escapan de la página,
versos que llegan a la cima
de una mirada en vilo,
alguien que deja los apuntes
y los libros de texto,
para cerrar las manos hasta herirse
con otra rosa viva
mucho más inclemente,
la rosa de un secreto en el alma de un lunes.
Abre la puerta del despacho
y los libros sonríen como cómplices viejos.
En ellos ha leído lo que siente,
sólo literatura descentrada.
Pero esta vez no,
porque esta noche no,
esta mañana no,
y el hombre del secreto al levantarse
se miró en el espejo,
y descubrió el enigma
de sus extraños ojos encendidos,
y se dijo que no,
esta vez no.
¿Y la ciudad? Abierta
de luz, cuerpo tendido,
ha cambiado de piel en la ventana.
Ya no será paciencia, ni callejón nocturno,
ni día laborable de tráfico dudoso.
Así que va al teléfono,
busca la tinta azul del número apuntado
en el carné de conducir,
la condición de un lunes
que ya no tiene voluntad de fecha
sino de fruta, de sabor en los labios.
El hombre del secreto marca y dice:
«Buenos días, soy yo, he terminado».
LUIS GARCÍA MONTERO
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