7.
"Arqueobiblio"
Hoy, el profesor Nicolás Mas nos presenta una sugerente recomendación: "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde"
"No sé si es bueno leer el Dr. Jekyll y Mr. Hyde con trece o catorce años, que era la edad en la que por azar cayó en mis manos, sin tener yo idea de quién era ese tal R.L. Stevenson que figuraba como autor. No era la primera vez que me asomaba al lado oscuro, pero sí fue la primera vez que quedé atrapado en él. La leí en un par de sentadas, en poco menos de lo que tardó Stevenson en escribirla (¡tres días!). Y en un estado de excitación febril que debió de ser parecido al que agitó a su autor durante su escritura (según me enteré más tarde). No sé en el caso de Stevenson, pero en el mío ese estado se prolongó más allá del final de la lectura, transformándome en un triste demente que deambula cargando un costal lleno de preguntas. En serio, me dejó majara. Con el tiempo me recuperé de tan lastimoso estado, y hoy me divierte pensar cómo un solo cadáver puede reunir un asesinato y un suicidio, y otros absurdos parecidos. Tan absurdos como reales.
Pero, como decía, no sé si esta lectura fue buena para mí. Sobre todo porque marcó fatalmente mis gustos literarios. Hasta el punto de que cuando mucho más tarde leí La Isla del tesoro, esta me pareció una novela mediocre comparada con la potencia y la intensidad del Jekyll y Hyde".
"Arqueobiblio"
Hoy, el profesor Nicolás Mas nos presenta una sugerente recomendación: "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde"
"No sé si es bueno leer el Dr. Jekyll y Mr. Hyde con trece o catorce años, que era la edad en la que por azar cayó en mis manos, sin tener yo idea de quién era ese tal R.L. Stevenson que figuraba como autor. No era la primera vez que me asomaba al lado oscuro, pero sí fue la primera vez que quedé atrapado en él. La leí en un par de sentadas, en poco menos de lo que tardó Stevenson en escribirla (¡tres días!). Y en un estado de excitación febril que debió de ser parecido al que agitó a su autor durante su escritura (según me enteré más tarde). No sé en el caso de Stevenson, pero en el mío ese estado se prolongó más allá del final de la lectura, transformándome en un triste demente que deambula cargando un costal lleno de preguntas. En serio, me dejó majara. Con el tiempo me recuperé de tan lastimoso estado, y hoy me divierte pensar cómo un solo cadáver puede reunir un asesinato y un suicidio, y otros absurdos parecidos. Tan absurdos como reales.
Pero, como decía, no sé si esta lectura fue buena para mí. Sobre todo porque marcó fatalmente mis gustos literarios. Hasta el punto de que cuando mucho más tarde leí La Isla del tesoro, esta me pareció una novela mediocre comparada con la potencia y la intensidad del Jekyll y Hyde".
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