PRECUELA
En aquel tiempo extraño,
los amigos se habían mudado lejos,
los lugares antiguos de la infancia
se habían transformado para siempre
con la prisa salvaje de los años perdidos.
Dejábamos de usar los verbos en plural
por pereza de ser ya demasiados.
De nada nos sirvieron los recuerdos,
heredados y antiguos,
sonriendo de verdad o de mentira,
porque nada supimos de los otros.
En aquel tiempo extraño y fariseo,
tuvimos muchos hijos
a los que no quisimos poner nombre.
Aunque quizá todo esto
ahora no nos baste.
Pero en aquel momento,
tan niños y tan sabios,
esperábamos ya la plenitud
de agosto, y de las playas llenas,
las discusiones tristes,
los besos de puntillas,
de este futuro que era impermeable.
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