Del 11 al 15 de junio
Zviad Gogolauri |
Un edificio, como una atalaya.
Entre dos hombres, subían un piano
por la escalera estrecha y empinada,
igual que una campana al campanario.
Llevaban hacia arriba el instrumento
por encima de la ciudad sin límite,
como las tablas de los mandamientos
sobre la pedregosa altiplanicie.
Tan pronto como el piano está en la sala,
la ciudad con su ruido y su estridencia
se queda como hundida bajo el agua,
en la profundidad de las leyendas.
El inquilino de la sexta planta
examina la Tierra desde lo alto,
como si de su reino se tratara
y él pudiera cogerla entre sus manos.Entra en el piso y se pone a tocar,
y no piezas ajenas; él compone...
sus propios pensamientos: un coral,
un oratorio, un susurro de bosque.
Y en su improvisación palpita el fuego,
la noche, un traqueteo de carruajes,
estrepitosas cubas de bomberos,
la soledad, y un soplo de la calle.
Con hambre de algo más que un aire ingenuo,
de noche entre las velas, era así
como Chopin anotaba su sueño
sobre el negro aserrado del atril;
así también con tres generaciones
respecto al mundo entero de adelanto,
tronaron en su vuelo los acordes
de las Valquirias sobre los tejados;
o así con un estrépito diabólico
logró Chaikovski que se estremeciera
toda la sala del conservatorio
por el amor de Paolo y Francesca.
BORÍS PASTERNAK
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