EPITAFIO PARA UNA MUCHACHA
Porque
te fue negado el tiempo de la dicha
tu
corazón descansa tan ajeno a las rosas.
Tu
sangre y carne fueron tu vestido más rico
y
la tierra no supo lo firme de tu paso.
Aquí
empieza tu siembra y acaba juntamente
-tal
se entierra a un vencido al final del combate-,
donde
el agua en noviembre calara tu ternura
y
el ladrido de un perro tenga voz de presagio.
Quieta
tu vida toda al tacto de la muerte,
que
a las semillas puede y cercena los brotes,
te
quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca
sabrás el
estallido floral de primavera.
María
Victoria Atencia
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