Del 22 al 26 de febrero
ABRE LA GRAN VENTANA
Si de un llanto final tienes deseo,
abre la gran ventana de la noche,
contempla las estrellas,
húmedas en su lecho,
navegantes
por un mar infinito de preguntas.
Deja que el gran silencio, la presencia
de mundos donde late la agonía
se haga sol en la sima de lo oscuro.
Clava tu mano, apoya tu cuidado
en un rayo de sombra,
enciende tu mirada
con el clamor despierto por tu grito.
Si el dolor se hace carne en tu garganta,
si no sabes dónde está el fin,
ni escuchas
una voz jubilosa como llama
que alumbre las tinieblas;
si no sabes cuál será el día,
ni el tiempo
en que descubras la verdad,
si no entiendes,
no esperas,
si un húmedo temblor hiere tus ojos,
y te cubre -gris tierra- la mirada;
si todo es ya pasado
sin horas ni futuro,
abre la gran ventana de la noche,
confúndete en su límite.
No dejes
que el llanto te alucine las pupilas.
ABRE LA GRAN VENTANA
Si de un llanto final tienes deseo,
abre la gran ventana de la noche,
contempla las estrellas,
húmedas en su lecho,
navegantes
por un mar infinito de preguntas.
Deja que el gran silencio, la presencia
de mundos donde late la agonía
se haga sol en la sima de lo oscuro.
Clava tu mano, apoya tu cuidado
en un rayo de sombra,
enciende tu mirada
con el clamor despierto por tu grito.
Si el dolor se hace carne en tu garganta,
si no sabes dónde está el fin,
ni escuchas
una voz jubilosa como llama
que alumbre las tinieblas;
si no sabes cuál será el día,
ni el tiempo
en que descubras la verdad,
si no entiendes,
no esperas,
si un húmedo temblor hiere tus ojos,
y te cubre -gris tierra- la mirada;
si todo es ya pasado
sin horas ni futuro,
abre la gran ventana de la noche,
confúndete en su límite.
No dejes
que el llanto te alucine las pupilas.
ELENA MARTÍN VIVALDI
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