Sé perfectamente cómo llegué a este punto Precavida. Siempre atenta a que las esquinas no me saquen los ojos. Siempre pendiente de que mis entrañas no echen a volar. Con miedo a que mis amigos se olviden del color de mi rostro. Y a que mi novio me parta la cara con libros de poesía, con lenguas de cristal, con pañuelos de calma, no te alteres, con cuidado que si gritas, la vas a liar. De carnes rotas, de huesos rotos, de sangre amarga. De cuerpo que pesa y se funde con el suelo, con el mundo. Cuerpo que echa raíces en la tierra porque ya no hay nada más. Mi vida, reducida a una semilla. Cuidadosa. Siempre precavida. Siempre previsora. Y nunca lo suficiente. ...
Blog de la Biblioteca del IES Aricel