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Mostrando entradas de diciembre, 2024

Ven que te dé un verso: " Primeros fríos", Claudio Rodríguez

  En este poema, el autor nos habla del paso del tiempo y de la urgencia de conservar la memoria de lo vivido. Con él cerramos este trimestre y el Equipo de la Biblioteca os deseamos unas felices fiestas y un esperanzador 2025. PRIMEROS FRÍOS ¿Quién nos calentara la vida ahora si se nos quedó corto el abrigo de invierno? ¿Quién nos dará para comprar castañas? Allí sale humo, corazón, no a todos se les mojó la leña. Y hay que arrimar el alma, hay que ir allí con pie casero y llano porque hoy va a helar, ya hiela. Amaneció sereno y claro el día. ¡Todas a mí mis plazas, mis campanas, mis golondrinas! ¡Toda a mí mi infancia antes de que esté lejos! Ya es la hora, jamás desde hoy podré estar a cubierto. ¡Dadme el aliento hermoso, alzad las faldas y escarbad el cisco la vida, en la Camilla en paz, en esta Camilla madre de la tierra! Pero, ¿a qué esperamos? ¡Pronto, como en el juego aquel del soplavivo corra la brasa, corra de mano en mano el fiel calor del hombre...

Ven, que te dé un verso: "Canción 19 horas", Luis García Montero

  CANCIÓN 19 HORAS   ¿Quién habla del amor? Yo tengo frío y quiero ser diciembre. Quiero llegar a un bosque apenas sensitivo, hasta la maquinaria del corazón sin saldo. Yo quiero ser diciembre. Dormir en la noche sin vida, en la vida sin sueños, en los tranquilizados sueños que desembocan al río del olvido. Hay ciudades que son fotografías nocturnas de ciudades. Yo quiero ser diciembre. Para vivir al norte de un amor sucedido, bajo el beso sin labios de hace ya mucho tiempo, yo quiero ser diciembre. Como el cadáver blanco de los ríos, como los minerales del invierno, yo quiero ser diciembre.                                            Luis García Montero      

Ven que te dé un verso: "Epitafio para una muchacha", María Victoria Atencia

  EPITAFIO PARA UNA MUCHACHA     Porque te fue negado el tiempo de la dicha tu corazón descansa tan ajeno a las rosas. Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico y la tierra no supo lo firme de tu paso. Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente -tal se entierra a un vencido al final del combate-, donde el agua en noviembre calara tu ternura y el ladrido de un perro tenga voz de presagio. Quieta tu vida toda al tacto de la muerte, que a las semillas puede y cercena los brotes, te quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca sabrás el estallido floral de primavera.                                        María Victoria Atencia